En este texto se pretende vislumbrar la posible relación entre sujeto y los medios de comunicación, así como la relación de los primeros con la imagen, siendo ésta analizada desde sus inicios hasta nuestra contemporaneidad, para generar nuevos interrogantes sobre el papel de dicho sujeto en la actual discusión acerca delos medios de comunicación. Por un lado, si el sujeto es concebido a un tiempo como mensaje, éste sería a la vez el medio.
El sujeto se movería a través de unos criterios de superficialidad que, de hecho, haría posible hoy la estructura actual de los medios. Un claro ejemplo de ello aparece cuando el usuario exacerbado de internet consume basura mediática, produciéndola a la vez y poniéndola en circulación nuevamente. Se desplaza entonces el imaginario o los imaginarios de una dimensión socio-antropológica a otra de tipo técnico-tecnológica, en donde lo enunciado sobre el sujeto como mensaje cobra sentido.
El sujeto que emerge en este orden de ideas es uno atenazado que empezaría a tener la necesidad del medio; lo que es lo mismo, el medio comienza un habitar del sujeto. En Macluhan se encontraba una referencia al medio como extensión del cuerpo a la manera de prótesis (Macluhan,1967) más aún se plantea cómo en la actualidad el medio va más allá, en la medida en que no solamente se comporta en relación con el sujeto como una extensión del mismo, sino que se inicia una especie de simbiosis en donde los linderos entre sujeto-medio no son ya tan claros.
Por otro lado y con el ánimo de ampliar el panorama frente a la relación imagen-mundo, aparece Baudrillard, para quien existe una época que distingue los objetos de lo real, otra en donde las realidades sustituyen a los objetos y una tercera en donde las realidades se distancian del objeto, convirtiéndose ésta última en imagen (Baudrillard, 1981).
En un cuarto momento la imagen comienza a ser considerada en sí misma como mundo; es decir la imagen se equipara con la realidad.
De hecho, el concepto que se tiene de imagen ha ido transformándose a través del tiempo. De acuerdo con Debray (1994) existen tres momentos fundamentales incorporados a la mirada de occidente con relación a este tema: el primero es el arquetipo, relacionado con lo escultural, caracterizado por su tridimensionalidad y por estar situado en un espacio y tiempo. Frente a esas imágenes se rinde culto y son susceptibles de idolatría.
El segundo presenta a la imagen como prototipo, siendo la primera un atributo de la esencia. Es aquí donde se da paso de lo sagrado a lo artístico desde lo pictórico. Surge entonces la pregunta sobre qué es lo ideal, lo representacional y por supuesto, la conexión de éstos con la simulación, para lo cual sería preciso realizar un ejercicio intelectual que tome en consideración el dualismo entre esencia-imagen.
El tercer momento sería el estereotipo en donde la imagen aparece con cierta autonomía y en un movimiento carente de esencia; un claro ejemplo de lo anterior sería el video, en donde surge una cierta economía de la imagen con una carga simbólica inherente. Cabe aquí la pregunta por la relación que en la contemporaneidad tiene el sujeto con el objeto y, más específicamente, por la implicación del sujeto y el medio, así como por el papel que allí cumple la imagen.
Se reflexiona acerca de cómo en esta época el sujeto no se encuentra ya escindido del medio; es decir éste al parecer entra en el medio, siendo parte del mismo. La conexión sujeto-imagen-mundo se discutirá más adelante. Ahora bien, con la intención de profundizar un poco más la relación sujeto-imagen-mundo, aparece Ricoeur (1995), quien inicia estableciendo qué se entiende por imaginación, para luego conectarlo con lo que se entiende por imagen.
La imaginación sería ante todo la evocación arbitraria de cosas ausentes, pero que existen en otro lado, sin que ésta implique la confusión de la cosa ausente con las presentes en el aquí y ahora. Las imágenes, por su lado, serían ante todo ficciones. No evocan cosas ausentes, sino de hecho inexistentes. De ahí que la imagen aplique más al campo de las ilusiones o invenciones, o más específicamente, al de las representaciones.
Lo interesante con respecto a la triada sujeto-imagen-objeto, es cómo para el primero en el momento en que se entrega a las imágenes, éstas le hacen creer en la realidad de su objeto. Este último se despliega entre su dualidad presencia-ausencia, mientras el sujeto se provee de lo que Ricoeu (1995), denomina el eje de la conciencia fascinada que va hasta la conciencia crítica. Al objeto concierne más la imagen referida a la percepción, de la cual no sería más que la huella.
La imaginación aparece como reproductora de la presencia debilitada del objeto; mientras la imagen en su función de hacer aparecer lo ausente se comporta como lo otro que no es la presencia; es decir, estaría más en el capo de lo noemático (referido al intelecto), en donde el pensamiento no se da necesariamente de forma intencional. En este orden de ideas surge lo que Ricoeur (1995), denominó la conciencia crítica nula, en donde la imagen se confunde con lo real o, más exactamente, con lo que se toma por lo real. La creencia juega allí un papel importante en tanto encuentra poca resistencia para ser incorporada y asimilada por un sujeto que, consciente o inconscientemente, teme al vacío. De ahí que una creencia sea desalojada únicamente por otra que le sea contraria.
La anterior teorización es de relevancia para la investigación en curso dado que nos permite analizar más como los imaginarios están conectados con esa peculiaridad de la imagen de tomarse como lo real, estando más conectada con la ilusión o simulación de mundos posibles que incluyen ciertos imaginarios que bien podrían funcionar de otra forma. Ahora, en la contemporaneidad y dado que la imagen se toma por lo real, estamos ingresando a un cuarto momento (de los tres señalados por Regis Debray ) en donde más que conformar sujetos, existen unos procesos de subjetivización desde los cuales lo real es equiparado a la imagen y en donde dichos sujetos se convierten a su vez en consumidores y productores de realidad como se señaló anteriormente.
Las imágenes por su parte entran en un proceso de desgaste de interpretaciones, contrarrestado por una semiosis que se va renovando. Un claro ejemplo sería la publicidad, la cual sustituye unas imágenes por otras soportadas por unos valores específicos. La pregunta sería qué hace poner en circulación unos a despecho de otros y bajo qué criterios y condiciones. Bajo la intención de hacer más claridad con respecto a la importancia de Ricoeur (1995), se puntualiza sobre cómo la imaginación tendría relación más con la representación, en tanto permite evocar cosas que de hecho existen en otro lado; mientras la imagen estaría situada en el campo de la ilusión y simulación, siendo su conexión con el imaginario y con los procesos de subjetivización que se están generando en la actualidad y cuya relación con el medio se está indagando.
La dualidad imaginación-representación estaría más conectada con los primeros tres momentos (mencionados más arriba), mientras que la de imagen-imaginario lo está con ese cuarto momento que parte de la imagen como simulación y del artista como creador. No obstante, en este último posiblemente no esté tan clara la relación sujeto-objeto, en vista de que existen unos regímenes de representación que de todas maneras traspasan ese cuarto. Lo que parece más conciso es que mientras la representación evoca la imagen, ésta última instaura realidad.
En ese momento cuatro aparecería ante todo una virtualización de la existencia que se consuma en la triada realidad-medio-sujeto que estamos analizando. Lo que es evidente es que en los periodos anteriores la imagen no se desprende del objeto, mientras que en el último que estamos proponiendo no es tan claro donde empieza y termina cada uno. Más bien lo que adviene es un proceso de subjetivación atravesado por los imaginarios, siendo esta última una categoría que trasciende lo filosófico trasportándose hacia lo sociológico.
Retomando la referencia a la realidad, se aporta cómo lo que no pasa por la imagen es lo opaco, y, cuando empieza a ser imagen, aparece el concepto del saber de la percepción. La realidad es, por tanto, lo que el sujeto ve. Sociológicamente ésta es eso a lo que podemos atribuirle un predicado y aquello sobre lo cual podemos dar cuenta de cómo operan los fenómenos a través del entendimiento. De acuerdo a lo anterior, las verdades se definen a partir de lo que les es opuesto; esto es contrario a lo que desde el entendimiento se considera como mito.
El imaginario, por su lado, no se opone a la fantasía, sino que oscila en lo etéreo. No es adjetivo, sino sustantivo y se constituye en un nuevo régimen de verdad. No se trata de que el imaginario se desligue de la imaginación, sino que éste último no representa al mundo y su realidad, sino que se encuentra es en el campo de la simulación. El arte queda convertido allí en una tecnología que sustituye, que crea ilusiones. La publicidad es, por ejemplo, el resultado de la tecnificación del arte. El sujeto queda entonces sumido en una obra efímera, cuyas imágenes se van agotando y renovando, siendo restituidas por otras que incluyen nuevos signos. La pregunta sería entonces por cuáles imágenes y símbolos son reemplazados, cómo y por qué se da ese proceso.
Se abre allí la pregunta por la identidad y si ésta es o no posible en este momento cuatro, no ya entendida ésta como una herencia testamentaria, sino como parte de una renovación semiótica que está directamente relacionada con la creación de imaginarios y con un proceso de subjetivación que se abre paso a partir del constante círculo de producción-consumo que se confunde, a su vez con el medio.
Baudrillard, J. De la seducción. ( 1981). Madrid: Ediciones Cátedra
Debray, R. Viday muerte de la imagen. (1994). Barcelona : Ediciones Paidós Ibérica
McLuhan, H. (1967).The medium is the massege. Middlesex: Penguin Books.
Escritor: Adriana Rubiano Rubiano