La vida es como una montaña rusa, donde predominan los altibajos, un día podemos estar en la cima más alta y al otro día en la más absoluta penumbra. Es por eso que es tan importante sacar provecho a cada instante y vivir intensamente cada día. Transformar lo más mínimo, los pequeños detalles en cosas grandiosas puede marcar una gran diferencia entre ser feliz o infeliz. “La vida es injusta, acostúmbrate a ello” a mi juicio es una frase célebre e impactante y fue expresada por Bill Gates. Es una frase que nos invita a analizar su contexto, tiene más fondo que forma, ya que en la vida constantemente se nos presentan situaciones difíciles o complejas que pueden, dependiendo nuestra manera de afrontarlas, convertirse en algo pasajero o en algo que definitivamente termine desestabilizándonos.
Acostumbrarse a las injusticias de la vida no quiere decir que debemos asumir una actitud pasiva y dejar que todo pase sin hacer nada al respecto. Por el contrario, que hay que tomar conciencia de que nada es perfecto y que en cualquier momento pueden surgir las dificultades, pero siempre estaremos en la capacidad de superarlas y de convertirlas en fortalezas para salir airosos de cualquier situación.
Yo personalmente, he vivido situaciones que aparentemente pueden parecer injustas, una niñez difícil, marcada por una situación económica precaria, de mucha soledad y carencias tanto materiales como afectivas. Mi madre a pesar de que era una buena mujer y una excelente madre, vivía su propio drama, la muerte intempestiva de mi padre, quedar sola con cinco hijos cuyas edades oscilaban entre los dos y diez años, tener que enfrentarse a una vida laboral para la cual las mujeres de su época no estaban preparadas y además debía enfrentar la angustia de tener que salir de casa dejar a los niños solos porque vivía en una ciudad extraña donde no conocía a nadie.
Era algo supremamente difícil y no tenía más opción, ya que debía trabajar para poder cubrir a cabalidad las necesidades de su familia. Pero sacó coraje y logró sacarnos adelante y hoy en día a sus ochenta y dos años solo podemos decir gracias mamá por no desfallecer y hacer que día tras día nos sintamos más orgullosos y demos gracias infinitas a Dios porque en medio de tantas dificultades presentadas tuvimos y tenemos la mejor madre del mundo.
Dadas las circunstancias, mi madre no fue la más expresiva ni la más generosa a la hora de demostrar afecto y eso marcó mi vida, porque yo era la más pequeña, pero afortunadamente he sido muy bendecida y siento que Dios siempre está conmigo, guiándome y enviándome mensajes de amor que a veces me cuesta entender, pero siempre hago mi mayor esfuerzo para interpretarlos y direccionar mis acciones hacia el camino que creo es el más acertado. Por todo lo anterior, no interpreto la frase de Bill Gates como algo negativo, sino como un estímulo y un despertar a la realidad, esa realidad que a menudo está frente a nosotros pero no logramos encausarla o canalizarla adecuadamente.
Pienso que, lo que en ocasiones, vemos como barreras pueden llegar a convertirse en fortalezas y estas a su vez en oportunidades, todo depende de nuestra actitud y de lo que queramos alcanzar en la vida. En mi caso, todas las situaciones experimentadas en la infancia, me hacían percibir mi vida como triste y desafortunada, pero hoy en día comprendo que aunque fueron sucesos complejos me dejaron una gran enseñanza y me convirtieron en una persona fuerte física, mental y emocionalmente, con convicciones arraigadas y con una ética y unos valores inquebrantables; me siento amada y apoyada por mi familia y en paz conmigo misma y con mi entorno.
No obstante, no puedo decir que mi vida es perfecta, aún no he alcanzado todo lo que me he propuesto, pero continúo luchando porque eso me mantiene activa, con ganas de avanzar, de evolucionar y crecer tanto a nivel personal como profesional. El mundo está cada vez más globalizado y avanza a pasos agigantados en todos los niveles, es por eso que debemos mirar siempre adelante, ser positivos y receptivos, con la mente abierta y no estancarnos quejándonos por aquello que perdimos o no hemos logrado alcanzar, simplemente debemos disfrutar aquello que tenemos y compartirlo con nuestros seres queridos.
Es totalmente cierto que lo que para algunos es fácil, para otros es totalmente diferente y deben luchar más fuertemente para lograr su objetivo, pero es precisamente ese espíritu de lucha el que nunca se debe perder y por el contrario, se debe fortalecer a diario porque las luchas que fácil se ganan no son tan significativas y gratificantes como aquellas de demandan toda nuestra atención y alimentan todo el ímpetu innato que a veces tenemos pero no sabemos canalizar para sacarle el máximo provecho. Hoy por hoy el mundo es de los más fuertes tanto física como mentalmente. Luchar por algo con ahínco y conseguir el objetivo es realmente satisfactorio, más aún si se hace con amor y con la convicción de que es lo mejor para nosotros y que además de ello estamos haciendo un aporte a otras personas.
Escritor: Maritza Agudelo Soto