UN BESO A RECORDAR…

Dispuso el mantel como era de costumbre para esa fecha, luego la vajilla, las copas, la platería y por último encendió un par de velas rojas. Caminó hacia el arcaico closet, buscó ese vestido entre polillas y polvo sacudiéndole suavemente como el aleteo de una paloma, se acercó al espejo para comprobar la intactez de la tela y de su piel delineada por los años. Cerró los ojos mientras escuchaba un viento gélido que movía las cortinas como dos fantasmas, luego de estar un instante como una estatua en silencio los abrió para buscar con la mirada un tocadiscos que había permanecido inamovible encima de una mesa de noche estilo Luis XV, acercó sus manos a este llevándolo consigo y lo puso al lado de un pequeño ramo de claveles, en tanto buscaba entre varios discos el apropiado para esa ocasión.

La aguja empezó a punzar el color negro de la pasta mientras emitía el sonido de una voz carrasposa acompañada de instrumentos estruendosos, esto ocurría al mismo tiempo que caminaba hacia una cama con dosel morado paso a paso como en cámara lenta sin prisa de terminar su función, le miró como esa primera vez y siempre le pareció más hermoso dormido con su rostro tranquilo sin gafas sin preocupaciones sin ropa sin temores sin palabras sin disgustos por el cansancio del trabajo.

Se acostó a su lado abrazándole como tantas veces lo había hecho, no pudo evitar esa cercanía para darle el beso más largo al estilo película de los años 40 recordando sus palabras: “Bésame profundo y ámame por siempre más sin olvidarme”, unas cuantas lágrimas se deslizaron por sus mejillas siguiendo la forma de su cuello, esa parte que le encantaba morder suavemente cada vez que quería poseerla entonces esas dos gotas borrosas cayeron en los carnosos labios de su amado como gotas de sangre.

Las sabanas conservaban ese olor de colonia que permanecía inalterable pese al encierro y la mezcla con olores marchitos provenientes de la calle que se iban instalando como huéspedes cada vez que se abría una ventana de la casa, así que lo envolvió de pies a cabeza y lo puso sobre una silla de ruedas conduciéndole a la mesa, lo sentó con mucho cuidado, le puso su traje, la corbata y su calzado deportivo favorito.

Frente el uno del otro la luz de la vela los iluminaba en tanto servía la cena, luego con la punta de sus dedos le delineaba la boca con un vino añejo de vieja cosecha, le ató a las manos unos finos hilos que no le apretaran ni lastimaran y como si tejiera una telaraña los dos quedaron entrelazados entonces empezó a manejarles mientras sonaba la música en el tocadiscos, era la danza macabra de dos cuerpos que se amaban, no existía ni tiempo ni espacio ni lógica para entenderles ,simplemente que celebraban su aniversario.

Autoría de: Lady Viviana Ospino Barahona.