UN SENTIDO DE VIDA

Las circunstancias en las que vivimos demandan una gran inversión de tiempo para con las cosas, nuestra vida es absorbida por las mil y una ocupaciones que debemos hacer para poder subsistir en medio del mundo tan acelerado, aquél mundo que sólo tiene en cuenta los resultados a nivel de producción, incluso el sentido de la vida de las sociedades actuales parece estar regido por este patrón de productividad y se crean discursos que justifican tal propósito, se ha originado la escisión entre el ser y el tener. Es así como el mundo de la ciencia y la tecnología intenta ofrecer un mundo mejor, un mundo donde es posible encontrar y comprar la felicidad, un mundo en el que se es más persona por aquello que pueda tener y no ser.

Es indudable que la ciencia y la tecnología han traído grandes beneficios a los seres humanos, facilitando la comunicación entre unos y otros sin importar el tiempo, la distancia y el espacio. Esto puede reflejarse con el uso de las redes sociales, chats, a través del celular se pueden realizar y recibir video-llamadas desde cualquier parte del mundo, con el identificador ya no se pregunta por el ser de la persona, por «quién es el que está al otro lado de la línea» sino por el estar de la persona ¿cómo estás, en dónde estás? (Cf. Ferraris, 2008, 36); pero no sólo eso, la tecnología se ha convertido en parte fundamental de lo que somos y el modo como estamos en el mundo. Los diversos medios de comunicación permiten que se encuentre información sobre el estado de cosas y personas que nos interesan, y así, poco a poco se nos va la vida porque nos encontramos sumergidos y dependientes de estos medios.

Con la novedad, esplendor y dominio de todo lo realizado por parte de la ciencia y de la tecnología se sustenta un horizonte de “sentido” de vida, un horizonte con apariencia de ser consistente pero que en realidad puede ser bastante desestabilizador y vacío para el ser humano. Aquello que el hombre ha inventado a su favor ahora lo padece, lo que aparentemente domina ya se le salió de las manos y ahora es dominado. Se proclaman discursos en pro de la felicidad, la libertad y otras aspiraciones a las que tiende el hombre; sin embargo, sus intenciones son muy diferentes y por este motivo el ser humano se encuentra apegado a las cosas ya que se le vende la idea sutil y efectiva que se es más persona por lo que tiene y no por lo que es. En efecto, la sociedad se aferra a su vida por cuantas más cosas posee y así, de esta manera su afectividad es dominada y es vulnerada. El hombre contemporáneo tiene miedo al silencio, o mejor, tiene miedo al ruido del silencio que lo lleva a interpelarse a sí mismo, hoy huye de lo más propio de su ser: de pensar y re-pensar sobre él mismo, hoy se huye de sí.

El predominio de la técnica en su afán e invención hace que el hombre esté ávido de cosas, es lo que hace debilitar el ser del hombre porque origina una gran dependencia hacia ella. Ya lo advertía Heidegger en 1945, que el peligro que corría la contemporaneidad no era tanto la bomba atómica o una tercera Guerra Mundial sino que se olvide de algo que le corresponde en derecho propio: meditar o pensar en sobre él mismo, en que el ser humano tenga la capacidad de decir «sí» y «no» ante el mundo dominante de la técnica (Cf., Heidegger, 1977, 27).

Con el intento de reafirmarse las sociedades actuales desde la ciencia y la técnica, más bien ha caído en todo lo contrario, ha caído en una lógica de la negación, es decir, lo que aparentemente lo fortifica más bien lo debilita y desde adentro, desde su ser. Lo anterior, se puede apreciar con el caso de las redes que se llaman sociales pero han terminado por convertir al ser humano en un ser solitario, llevándolo al individualismo. La búsqueda de la satisfacción personal y externa parece que ha caído en la frustración y represión contenida dentro de su ser; las huellas afectivas también han marcado sus modos de vida, su modos de ser, hoy se encuentran a personas con grandes éxitos laborales, académicos, científicos pero también grandes personas solitarias y quizás con grandes vacíos de afecto.

Si bien este tema se puede dilucidar desde muchas perspectivas, este escrito es de carácter ontológico, en otras palabras, trata de un modo de ser, del olvido de nosotros mismos, de confrontarnos y fundamentar el sentido de nuestra vida. Esto no quiere decir que se rechace a la ciencia y la técnica sino que también es indispensable abrir espacios y tomar tiempo para nosotros mismos, para no vivir desconectados. El olvido y la crisis del sentido puede radicar en que se está muy conectado con el mundo pero desconectado de consigo mismo. Se ha buscado afuera y no dentro, se ha olvidado célebre la sentencia de la sabiduría griega “conócete a ti mismo” (Platón, Protágoras, 343b). Tal vez muchos de los males que aquejan a occidente se deba a esto: que aún vivimos conectados para estar desconectados de nosotros mismos y no hemos aprendido a vivir.

Finalmente, la intención es hacer notar que la discusión sigue abierta y algunas de estas intuiciones, pueden ayudarnos a esclarecer las razones del sin sentido, bien sea por afinidad u oposición, la compleja realidad por la que atraviesa las sociedades actuales a propósito del significado de la existencia humana, de su sentido o sinsentido, de todo lo que se pueda decir, des-decir y re-decir.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

HEIDEGGER, Martin (1959). Gelassenheit. Tübingen: Neske.
FERRARIS, Maurizio (2008). Ontología del teléfono móvil. (C. Revilla. Trad.). Barcelona: Marbot Ediciones.
PLATÓN (1985). Diálogos: Protágoras. (E. Lledó. Trad.). Madrid: Gredos.

Escritor: Miguel Angel Barragan Diaz

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