Una mirada al deporte Olímpico y Mundial

Cada cuatro años, observamos en los medios de comunicación, una serie de eventos que paralizan el mundo, un centenar de hombres y mujeres aguerridos que luchan impetuosamente por vencerse los unos a los otros y nos muestran lo mejor de nuestra especie, estas dos citas de proporciones mundiales y globales cuentan historias de vida ejemplares. Cuando eventos como los Juegos Olímpicos o el Mundial de Fútbol se realizan, encontramos el ejemplo de la fortaleza de la humanidad, detenemos un momento los mensajes, las noticias, los programas que informan y comentan sobre la degradación de la humanidad, la pobreza extrema, la violencia, la ignorancia que sumen nuestro diario vivir en una ola de lamentos y críticas de la mas variada gama.

Hombres y mujeres, jóvenes que, cada cuatro años, se disputan por lograr triunfo tras triunfo los mayores logros, levantan sus frentes sudorosas del esfuerzo diario, exponen sus músculos trabajados para la victoria, se unen con otros jóvenes campeones y como adversarios, aprenden a reconocer el valor del triunfo, pues todos ellos han logrado ser merecedores del cupo al Mundial o a los Juegos Olímpicos.

El deporte, nacido del juego primitivo de supervivencia, en el que saltar, correr, cazar y luchar eran habilidades que ese humano primitivo debía desarrollar, es elaborado como concepto moderno de disciplina y actividad continuada, para proponer nuevos modelos de excelencia y ejemplos de superación que traspasan las barreras idiomáticas, culturales y de cualquier índole, haciendo que los méritos del triunfo del deporte moderno adquieran nuevos significados que muchas veces, pasan de largo en las diversas pantallas frente a las cuales los espectadores las apreciamos.

El joven que termina su carrera con sus músculos desgarrados, con sus piernas rotas, descalzo, con hambre y que dignifica a su adversario por encima de su propia victoria, los equipos que buscan jugar limpio por encima de una ventaja, que detienen un partido cuando un jugador cae injustamente en la cancha y que hacen homenaje a la paz, hace que renovemos la esperanza en nuestra especie, descalificada en tantos aspectos por nosotros mismos y por las barbaries que hemos realizado a través de la historia.

Los Juegos Olímpicos y el mundial de fútbol son dos eventos que nos hablan de valores como la disciplina, el respeto, la solidaridad, el trabajo en equipo, la amistad y la lucha, entre otro puñado de valores que constituyen lo que los antiguos griegos llamarían la areté o la suprema excelencia, por esto, es inconcebible pensar en el dopaje como medio para lograr la victoria, en la trampa o la mentira para coronarse campeón o en el maltrato y el soborno para cambiar resultados; es cierto que en el transcurso de la historia, el noble ideal del hombre griego de ser virtuoso, feliz y lograr la victoria, se ve nublado por el anhelo de poder del Imperio Romano y se carga de corrupción y espectáculo, y que esta mezcla tiene como resultado, los anhelos del mundo actual a través del evento deportivo, sin embargo, la humanidad ha de reconocer en estas dos iniciativas mundiales, la sencilla enseñanza de la posibilidad de un mundo basado en el respeto y la paz.

Es así como el juego antiguo, un juego de guerra, en el que vencer al adversario trae la victoria, pasa a ser un juego con características espectaculares en el Imperio Romano, nos basamos en ese carácter de espectáculo y no podemos negar su influencia hoy día, ni tampoco, podemos negar el ejercicio de tretas y trampas para conseguir victorias, lo que si podemos tener en cuenta, es el trasfondo pedagógico y de valores humanos que tienen estos eventos.

Los Juegos Olímpicos restaurados, pensados por el Barón Pierre de Coubertain, son juegos de la paz, de hombres y mujeres que entrenan en diferentes disciplinas en búsqueda de una victoria que no está mediada por el dinero, una victoria que como él la definía era un logro amateur, no profesional; sin embargo, el mundial de Fútbol, a pesar de no tener ese concepto amateur, unifica el valor de un deporte en su disciplina de cancha, por encima del logro económico, dejando como resultado, cada cuatro años, el ejemplo que Uruguay en su iniciativa de unir al mundo a través de ésta disciplina deportiva buscaba: paz y amistad tras el balón.

Hoy por hoy niños, jóvenes, adultos, hombres y mujeres, con capacidades especiales y diversas, se unen en torno al deporte, dedican gran parte de su tiempo a buscar el triunfo máximo de la disciplina, la responsabilidad, el sacrificio, la lucha, la amistad y la destreza, todo esto por encima de la desdicha, el hambre, la derrota, el cansancio y la guerra; nos demuestran que los valores del deporte traspasan los límites de la competencia y se convierten en parte de la vida diaria y que la búsqueda “…del miedo para dominarlo, la fatiga para derrotarla y la dificultad para vencerla” (Pierre de Coubertain, definición de la búsqueda del deporte) pueden ser máximas de la vida diaria, en el trabajo, en la casa, en la escuela.

Los Juego Olímpicos y el Mundial de Fútbol, eventos próximos a disputarse y apreciarse en los medios, son ejemplos de lo que verdaderamente nos debe engrandecer de nuestra especie, es momento de actuar a favor de lo que nos hace mejores seres humanos y buscar más allá de lo que está expuesto en una pantalla: los verdaderos valores del deporte.

Escritor: María Esperanza Bolaño Robledo

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