UNA VISION BENJAMINIANA DEL ETERNO DESENCANTO DE AQUELLO LLAMADO MODERNIDAD

Al hablar de una dulzura melancólica del desencanto en la modernidad, tendríamos que plantear qué nos ha llevado a eso y qué necesidades deben abordarse que expongan esas realidades que posibiliten a su vez, una toma de conciencia perdida en los albores de la industrialización y la deshumanización del mundo. El ser humano día a día se convierte más en un autómata, hemos sido absorbidos por una sociedad cada vez más tecnológica e inhumana. Nuestras relaciones personales se hacen más escasas por la posibilidad de lo técnico y, el valor del sentido social, ha sido relegado por la capacidad de producción de cada uno.

Aunque lo dicho arriba se ha convertido en una constante crítica a la modernidad, no es nada novedoso y viene siendo tema de discusión en las últimas décadas. Sin embargo, lo que más llama la atención es ver el paulatino resquebrajamiento humano y el carácter fragmentario que percibió en su momento Walter Benjamín con respecto al mundo moderno. Para él, delante de todas esas ideas de desencantamiento y secularización, se debe entender la contemporaneidad del imaginario como un reencantamiento social por medio de los productos culturales. De este modo, promueve la “iluminación” que debe ser aplicada a la historicidad y a sus imágenes como un “despertar” social. anarquistas y mesiánicos, tienen como fundamento una constante crítica en el romanticismo del progreso. patriarcalismo, haciendo de esto, un nuevo poder espiritual en la batalla por la instauración futura de una sociedad sin clases.

Plantear como necesario el despertar de ese sueño colectivo llamado modernidad capitalista es una necesidad para él, puesto que ese capitalismo es un fenómeno natural que ensombreció a toda Europa como un nuevo letargo que reactivó poderes míticos. Antes de esto se pensaba, que el método como era organizada la producción, dependía exclusivamente de la voluntad del hombre junto con la organización política, social, jurídica y su conciencia. Es evidente que nada está más lejos de la realidad y que esas relaciones de producción son completamente independientes de la voluntad del ser humano, de forma tal que, del mismo modo en que es producida la vida material para el hombre, de ese mismo modo sería la producción en el proceso para lo político, lo jurídico, lo social y lo espiritual de la vida. de liberación previendo en ello, un distanciamiento de cualquier faro religioso, no para dejarse sumergir en un mundo materialista sin horizontes, sino para superar ello.

Así pues, el saber histórico sería el único antídoto que combata ese estado de adormecimiento de la conciencia en la era de la industria cultural. Para Walter, el surrealista da “vida” a una nueva realidad que produce cosas novedosas y experiencias únicas. Poder acceder a estas experiencias, requiere un veloz paso de lo lógico-conceptual, al mundo de las palabras. Este tránsito, estaba como cimiento del realismo medieval y era necesario separarlo por medio de “experimentos mágicos con las palabras” porque tanto la técnica como la ciencia misma, dentro del contexto surrealista, serían mucho más surrealistas que lógicas.

La profana iluminación consistirá entonces, en adquirir las fuerzas de la ebriedad para hacer la revolución. Esta acción requerirá un tipo de “iluminado” que no sería más que aquel pensador, lector paciente que callejea con un afecto característico en la “desconfianza” y el “pesimismo”. Desconfianza y pesimismo en ese destino de la humanidad, su “libertad” y aquel remoto entendimiento entre los individuos, los pueblos y las clases.

Escritor: Juan Pablo Beltrán

Los comentarios están cerrados.